Mi sobrina quiere dedicarse a la pornografía

Tengo que reconocer que, cuando una se convierte en objeto de los chismes, ya no es tan divertido como contar lo de los demás; pero bueno, son gajes del oficio. Realmente una no puede pretender hacer todo al gusto de los demás pensando que todos estarán contentos y que no vas a ser objeto de cotilleos, porque eso es poco menos que una misión imposible. Siempre hay algún error que cometer, o que no cometer, para que las garras de las marujas hagan mella en ti también, jeje.

La verdad es que es de esperar que donde las dan las toman, así que ahora mi familia y yo somos la comidilla del barrio, y con familia me refiero a no justamente a la que vive en casa, sino a los ascendientes y hermanos, que por ahí va el asunto. Podríamos decir que toda esta ola de marujeo no tiene nada que ver conmigo y mi núcleo familiar más cercano, pero de cualquier forma es algo que me atañe también. Y es que ya lo venía venir cuando mi hermana me llamó medio llorando y me dijo la nueva aventura de mi sobrina veinteañera: querer dedicarse al porno femenino. Sí, sí, como lo lees: la muchacha quería ser actriz porno, por toda la cara.

Hombre, no es que pertenezcamos a una familia de rancio abolengo ni de esas puritanas que andan por ahí, pero tampoco somos tan modernos. Mis padres tienen ya una edad, vivimos en una ciudad medianamente pequeña donde todos nos conocemos, y me temo que no somos tan liberales como deberíamos ser, en especial mi hermana, unos años mayor que yo y, no sé por qué, mucho más carca. Tengo que decir que así de plano tampoco me hace ilusión eso de ver chicas fornicando delante de una cámara para que después sea de dominio público, y que una de esas chicas sea mi sobrina en este caso, o cualquier otra mujer de mi familia. Pero tampoco vi en un principio un gran problema, ya que desde hace tiempo se la veía venir: empezó haciendo videos caseros en todas las reuniones familiares queriendo ser siempre la protagonista, luego se dedicó a subirlos a internet a diferentes sitios, y el paso siguiente, el cual no sabíamos pero se podía adivinar, es que empezaron a ser de contenido sexual, y ahora que lo sabemos hemos descubierto que incluso se ha hecho un nombre como webcamer amateur, ¿te lo puedes creer?

Lo peor del caso es que a una de sus hermanas se le ocurrió comentar el drama familiar entre sus amigos, y de ahí a sus padres, a sus vecinos y demás lugareños casi no hubo transición. Ahora, casi todos los habitantes de la ciudad saben que tengo una sobrina que es actriz porno, aunque la chica sólo lo haya decidido hace unos días y esté en trámites presentándose a castings xxx y esas cosas. Entre mi cuñado que amenaza con echarla de casa, mi hermana que casi quiere echarla de la familia, y las generaciones más jóvenes que están muy orgullosos de contar la ocupación tan «chula» que tiene «la prima», la verdad es que no quiero ni pensar en lo que la chica estará pasando. Por suerte, ella no vive aquí, sino en la capital donde estudia y quiere forjarse ese futuro como estrella del porno. Puestas así las cosas, espero que tarde mucho en venir y no tenga que soportar miradas y critiqueos, aunque parece que la propia familia ya tiene bastante qué decir, y no es nada bueno.

Como digo, mal asunto ser una o alguien muy cercano el objetivo del marujeo… Pero oye, no creo que por eso vaya a perder el gusto de hacerlo.

Cotilleo de barrio: ¿mis vecinas serán boyeras?

No sería una buena maruja si, además de conocer venturas y desventuras de la gente famosa y popular, no conociera también todo lo que se cuece por mi barrio. De hecho, casi no puedo evitar mirar con curiosidad todo lo que sucede a mi alrededor y, gracias a eso, casi tengo un radar para detectar cualquier cosa extraña o que se salga de lo común que aparezca en mi zona de atención. ¿Será esto algo innato, o se desarrolla con los años? Realmente no lo sé, si te digo la verdad.

Como sea, esta habilidad tan desarrollada me hizo fijarme en unas nuevas vecinas que se habían mudado hacía poco a un par de casas más arriba de la mía. Unas mujeres en apariencia sin nada fuera de lo común, con la única característica visible de haber alquilado la casa juntas; pero yo, en cuanto las vi, pensé: «Pepita, estas dos son unas marujas maduras lesbianas«. Pensándolo después detenidamente, me daba cuenta de que las pobres señoras no habían hecho nada que delatara que podían ser tortilleras; pero yo debía tener un sexto sentido muy desarrollado, mi mente me lo gritaba sin poder remediarlo, y no sé si era en realidad una especie de poder, o que estaba demasiado influenciada por los videos porno que a veces veía con mi marido.

Y es que, ¿sabes qué? Estaba totalmente en lo cierto, aunque en ese momento no tenía manera de probarlo. Como buena maruja, en seguida me puse en contacto con mis homólogas del barrio, y entre todas empezamos a hacer una investigación como sólo unas marujas profesionales pueden hacerlo; y por supuesto, las pobres bolleras no tenían ninguna oportunidad de ocultarlo a nuestros ojos, porque en realidad lo eran. Casi no podía creer en mi instinto, me sorprendía a mí misma, y hasta me preguntaba qué era lo que las podía haber delatado para que yo lo hubiera intuido de manera tan rápida.

Haciéndome esas preguntas estaba, cuando cayó en mis manos un artículo, donde se analizaban los tipos de lesbianas. La verdad es que lo leí más por curiosidad que por otra cosa, porque en realidad eso de que por el aspecto de una persona se pueda deducir su sexualidad me sonaba a teoría de quinta; pero en ese momento me hizo gracia, quizá por la coyuntura especial de la situación. Sin embargo, tampoco pude encontrar nada en este artículo que pudiera explicar mi intuición, pues para nada estas nuevas vecinas tenían un aspecto masculino, ni se habían comportado de ninguna forma especial que no concordara con una relación entre dos amigas que vivían juntas… ¿o acaso sí?

Pensar que hay rasgos físicos que te hacen descubrir si una persona es heterosexual, gay o lesbiana es algo inquietante, me parece a mí, y desde luego una forma muy poco científica y fiable de hacerlo. Pero quizá nuestro instinto detecte algo de esto, no tanto como una cosa afín, sino totalmente lo contrario: nuestra propia sexualidad puede detectar la opuesta, sea cuál sea la razón. ¿Te parece también una teoría un poco loca? Quizá, pero como sea, eso me ayudó a hacer crecer mi fama como buena maruja, jeje. Ahora se me conoce en el barrio por haber sido la primera en descubrir a estas vecinas lesbianas, que la verdad no ha sido gran cosa, porque las señoras, aparte de una razón para darle a nuestras lenguas por su condición sexual, son tan aburridas que pronto dejaron de ser novedad. Pero oye, ¡qué bien le vino a mi carrera como maruja!

¿A alguno de vosotros os ha pasado algo así? ¿Habéis intuido algo en alguna persona, sin prueba alguna y sin que aparentemente lo delatara nada en absoluto, y luego ha resultado ser verdad? Quizá tengáis una teoría sobre de dónde ha podido venir esa bendita habilidad.